España es un país universitario y así lo dicen las cifras. En el curso 2017-2018, los últimos datos disponibles en el Ministerio de Educación, se matricularon en las universidades españolas casi 1,6 millones de estudiantes en estudios de Grado, 1º y 2º Ciclo, Máster y Doctorado, un 10% más que el curso anterior. En este último caso, el número de estudiantes de Doctorado ascendía a 79.386, frente a los 66.479 del año anterior, donde las áreas de enseñanza más demandadas han sido las de Ciencias Sociales y Jurídica y Ciencias de la Salud.
De este entorno –junto con otras tipologías de formación como la FP o los Grados Cortos–, salen gran parte de los profesionales que forman –y formarán– parte de nuestro tejido productivo y que, por ende, serán un motor fundamental en la generación de riqueza y empleo en España. Por esta razón, y algunas otras que tienen que ver con la conformación de una sociedad culta y excelentemente formada que tenga capacidad de crítica y juicio, es necesario que haya una alianza firme y equilibrada entre los sistemas de becas públicos y privados y una transferencia fluida entre Universidad y Empresa.
Sólo de este modo será posible que todos los ciudadanos, independientemente de su capacidad económica o su situación familiar, puedan acceder a una formación superior que le permita un desarrollo futuro. Pero además, en este escenario, son los investigadores que están en las universidades haciendo el Doctorado uno de los colectivos más vulnerables en cuanto a financiación, ya que, en la mayor parte de los casos, una vez terminados los estudios de Grado, necesitan del 100% de su tiempo para elaborar su tesis doctoral y no poseen los recursos económicos adecuados que cubran los gastos que su investigación conlleva.
Los estudiantes de Doctorado, un activo muy valorado
No obstante, y a pesar de los problemas de financiación de los estudiantes de Doctorado, son un activo valiosísimo para el país, tanto desde el punto de vista público como empresarial. Según el análisis ‘Panorama de la Educación de la OCDE 2019’, los estudiantes que han obtenido el nivel de doctorado, a pesar de ser una pequeña parte de la comunidad educativa española –asciende sólo al 0,7% del total–, son altamente valorados porque “participan en el desarrollo de las innovaciones futuras mediante investigaciones relevantes para la sociedad, tanto desde el punto de vista académico como industrial”. Eso sí, la realidad está evolucionando de forma positiva y cada día hay más doctores –un 8% de media ha subido de 2013 a 2017– gracias al impulso de países como EEUU, México y España.
En definitiva, y a tenor de estos datos, es necesaria la progresiva colaboración entre la universidad y las empresas para que la figura del doctor salga del ámbito universitario y se instalen en el sector privado aumentando su competitividad y poner a España en el mapa de la excelencia internacional, no sólo por tejido productivo, sino también por el talento de sus activos humanos. Son perfiles con una alta cualificación que requieren de oportunidades fuera de la investigación, una vez que se han doctorado, y una retribución adecuada mientras están investigando para elevar el número de estudiantes que siguen adelante con sus tesis una vez se han licenciado.
En esta línea, está claro que, además del sistema de becas de nuestro país, dependiente de los Presupuestos Generales del Estado que se aprueban desde el Gobierno, juegan un papel fundamental la labor de las grandes corporaciones. Es el caso de Banco Santander que, a través de Santander Universidades, colabora desde hace más de 20 años con 1.200 universidades en más de 20 países ayudando a los estudiantes de educación superior con diversos programas de becas y ayudas al estudio para que los estudiantes alcancen sus metas profesionales con independencia de sus capacidades físicas o económicas.
Banco Santander, comprometido con la inclusión
A través de las Becas Fundación Universia para la Formación de Doctores con discapacidad, que cuentan con el respaldo del Santander, la entidad contribuye –con un presupuesto de 45.000 euros con un máximo de 9 becas con un importe de 5.000 euros– a hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades a través de una educación inclusiva.
Uno de estos becados, Jesús Argumedo, se ha convertido en el primer Doctor en un programa de Comunicación Audiovisual, Publicidad y RRPP invidente de España tras presentar su tesis –una parte de ella en inglés– ‘La diversidad corporativa en las empresas del IBEX 35: Modelo de gestión de capital intangible, su valor económico, comunicativo y reputacional’.
“La beca de Santander me ayudó mucho, sobre todo durante los años de investigación, porque gracias a ello pude cubrir los gastos de desplazamiento para ir a congresos, mandar artículos a revistas, etc. Además, siempre con un gasto más porque siempre viajo acompañado por mi madre y era complicado cubrirlo todo”, explica Argumedo a OKDIARIO.
Sin duda, Argumedo se ha convertido en todo un ejemplo de inclusión en el ámbito universitario y laboral porque, además de ser el primer licenciado invidente de nuestro país, también ha hecho prácticas en Dell y HP, consiguió la beca como investigador predoctoral en la universidad madrileña y, además, ha realizado varias estancias de investigación internacional en la ciudad de Estocolmo (Suecia).
El doctor, que ha recorrido un ambicioso camino hacia la excelencia, cree que las becas como las del Santander y Fundación Universia “son muy relevantes para programas predoctorales como el que he hecho yo porque hay muchas personas con discapacidad que quieren seguir estudiando y hacer el doctorado”. Sin embargo, concluye, “somos más vulnerables en el mundo académico y estas oportunidades financieras y laborales son de gran ayuda”.
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